jueves, 25 de septiembre de 2008

Un mal trago...

Sé que cuando mis párpados se abren cada mañana al son de Simon he de afrontar el día con todas mis fuerzas, con mi mejor sonrisa... Y eso hago!

Me cuesta desperezarme y separarme de mi almohada, de mis sueños, de ese calorcillo tan confortable... y, a pesar de que alguna vez la pereza puede demasiado, casi siempre consigo despegarme de las sábanas bastante rápido...

Una buena ducha es la mejor arma para combatir cualquiera de los ataques de los diablillos que me incitan a volver a la cama... Una buena ducha que me despierta completamente y que hace desaparecer toda esa tontería que me acompaña al abrir los ojos... Una buena ducha que es el preludio a un magnífico desayuno...

Porque siempre me despierto con hambre... Con un apetito tan feroz como el lobo de Caperucita... Zumo, fruta, tostadas, yogurcito, té... Todos esos alimentos me hacen sonreir de satisfacción...

Diría que me encanta desayunar... Pero lo cierto es que hay un pequeño detalle que me impide decir que la hora del desayuno es fantástica... Sé que después de todos esos alimentos tendré que pasar un mal trago... Mejor dicho: tendré que tomar un mal trago...

Y sé que nunca voy a poder deshacerme de su horrible sabor, de las malas sensaciones que tengo cuando lo estoy bebiendo... Sé que ese sobrecito de hierro, que parece inofensivo a primera vista, incluso apetecible, será mi compañero de desayuno todos los días de mi vida...

Un mal trago que siempre estará ahí... en todos y cada uno de los desayunos, para borrarme el magnífico sabor que la fruta, el zumo, los yogures, las tostadas habían dejado en mi paladar...

Y no tengo más remedio que convivir con él, aunque me cueste... Aunque ese mal trago se convierta en casi una tortura... Porque sé que si quiero afrontar el día a día con todas mis fuerzas él tiene que estar ahí...

Porque sé que, a pesar de que me horroriza, lo necesito!!

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