viernes, 12 de septiembre de 2008

El monedero...


Pensabas que dando un portazo todo el malestar que sentías se esfumaría de un plumazo... pero no fue así. Las lágrimas salían a borbotones de tus ojos... de tus ojos hinchados de tanto llorar. Sabías que estabas horrible cuando llorabas, pero... no podías evitarlo. Estabas enfadada... enfadada con tu despiste, con ese día que ojalá no hubiese empezado nunca, con tu reacción... enfadada contigo misma. Por qué eras tan torpe, tan despistada?? Por qué no prestabas más atención a las cosas??

Te acurrucaste en la cama y volviste a visualizar todo el recorrido que habías hecho hasta que te diste cuenta de que habías perdido el monedero... Te lo sabías de memoria de tanto ir y venir. No tenías ni la más remota idea de donde te habrías olvidado el dichoso monedero, a pesar que te esforzabas en recordar hasta el más mínimo detalle... Parecía que se lo había tragado la tierra... Si es que ya te habían dicho muchas veces que no perdías la cabeza porque la llevabas pegada al cuerpo... Te sentías fatal!!

Escondiste tu cabeza entre la almohada... quizás pensabas que así hallarías el mínimo detalle que te faltaba para encontrar el monedero... Te sentías tan mal que hasta el incesante tic tac del reloj te molestaba... Te ponía tan nerviosa que terminaste deshaciéndote de él, dejándolo en el cajón de la mesilla. No parabas de llorar y eso que lo intentabas, pero las lágrimas seguían incansables con su curso normal, deslizándose como pequeños riachuelos por tus mejillas...

Él llegó antes de lo que esperabas y te escuchó sollozar... Estabas tan inmersa en tu llanto que no te habías dado cuenta de su llegada, de su presencia... Se acercó a tu cama silenciosamente, sin decirte nada... Comenzó a acariciarte los pies suavemente, pausadamente... Y tu sollozo fue perdiéndose entre las caricias, haciéndose imperceptible... dando paso a una sucesión de más caricias que erizaron todos los rincones de tu piel, que te hicieron olvidarte por completo de todo el mal rato que habías estado pasando...

Te besó en la nuca y sentiste su aliento cálido... Jugueteó con tu pelo y te relajó de tal manera que pensaste que te estabas quedando dormida... Siguió besándote tiernamente, transmitiéndote una seguridad y una tranquilidad enormes... "No me gusta verte mal... Estás muy tensa... A ver qué es lo que se puede hacer para solucionarlo" te susurró al oído mientras masajeaba tu espalda...

No dijiste nada... te dejaste llevar... Ya habías olvidado casi por completo al dichoso monedero... Lo abrazaste y lo besaste con todas tus ganas... Le miraste a los ojos y pronunciaste un gracias que le provocó una sonrisa, una sonrisa cómplice que consiguió hacerte sonreir a ti también... Y el monedero se esfumó de tu memoria...

No hay comentarios: