lunes, 13 de julio de 2009

Playa...


La prefería cuando no era tan conocida, cuando los domingos podía pasear por ella como si fuese un lunes o un martes... como si fuese otoño. La prefería cuando no veía la arena llena de pisadas, cuando era ella casi la única que deslizaba sus pies sobre la fina arena, dejando su rastro...

Pero desde unos años atrás, sólo podía ser casi la única en otoño o en invierno... Desde unos años atrás la playa se había masificado... Gente de todos los sitios se daba cita allí cada primero de julio para disfrutar de las vacaciones. Abuelos y abuelas, padres, madres, niños, niñas, perros y todo un zafarrancho de miles de juguetes y artefactos extraños se adueñaban durante dos meses de aquel paraíso que empezaba a perderse...

Era domingo, sí! La interminable hilera de coches aparcados a la entrada de la playa certificaba sus peores augurios. Unos niños pataleaban y chillaban porque su abuela no les quería comprar unos helados. Mientras tanto, el supuesto abuelo hacía lo imposible para cargar con las colchonetas, la nevera, las sillas y demás enseres. Ella le ofreció su ayuda y el señor la aceptó con una gran sonrisa.

De camino al mogollón de gente se hicieron las típicas preguntas que se hacen las personas nada más conocerse y cuando los pobres abuelos llegaron a su destino, ella se despidió de ellos con una sonrisa en los labios y un hasta pronto...



(continuará...)

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