
Dolor de muelas... No se os eriza la piel con tan sólo leer esas tres palabrejas??? Y no de satisfacción, concretamente... Vamos, que no se os eriza la piel de la misma forma que lo hace cuando, por ejemplo, estáis tomando el sol. Porque un dolor de muelas no provoca gustirrinín -al menos no en mi caso.
Pues Pedro tiene dolor de muelas. Ha vuelto de vacaciones y se lo ha traído con él de recuerdo. Claro, como no ocupaba sitio en la maleta, pues se lo trajo. Y ahora se queja...
A mi, la verdad, es que no me dio pena ninguna cuando me lo soltó así, de bote pronto, como si esa fuese la noticia más interesante ocurrida en sus vacaciones. Es más, me entró medio la maldad y pensé que se lo tenía merecido por haber estado quince días en un lugar donde con un alto porcentaje de probabilidades no estuviesen reviviendo el diluvio universal. Todo envidia, en el fondo.
Pero poco a poco me fui compadeciendo de él... Más que nada porque los dolores de muelas son uno de los peores castigos que uno puede recibir. Quién no ha sido víctima de sus ataques? Quién no ha mordido el polvo -o lo que encontrase a mano- ante tremendo contrincante?
Porque tener un dolor de muelas es como ser el Hispano de Gladiator y enfrentarte a los leones en el circo romano. Imagínate: tú versus dolor de muelas. Que empieza atacándote ligeramente y como vas tan de sobrad@ no le das importancia... Pero, ale! cuando te quieres dar cuenta ya se te echó encima el puñetero dolor de muelas y no hay divinidad romana, ni circo, ni leches que te lo saque de encima...
Es ahí cuando te encuentras cara a cara, dolor a dolor, boca a boca, con el Dolor de Muelas -ya lo escribo en mayúsculas porque es toda una institución en el mundo de los dolores. Es ahí cuando, tembloros@, empiezas a idear toda serie de estratagemas para librarte de él. Y es ahí cuando cobra protagonismo la automedicación. Qué haríamos sin ella, verdad? Nos inflamos a pastillas, jarabes, soluciones... Lo que sea! Lo importante es que se esfume el dolor. Después nos miramos en el espejo para comprobar dónde está el meollo del problema, gesticulando de forma rara y desagradable. Y palpamos, examinamos... Si es que la automedicación es lo que tiene, que además de zumbarte -algo que ocurre habitualmente- aflora nuestros instintos médicos más secretos.
Aunque lo peor está por llegar... Nos vamos a la cama con la esperanza de que al día siguiente todo habrá pasado a la historia. Lo mejor de todo es que aunque nos pase miles de veces -espero que tantas no- siempre seguimos teniendo esa tonta esperanza. Qué noooo!! No ves que no se va? Qué no le llega con fastidiarte un sólo día?? Así que nos levantamos con cara de no quiero, con los ojos rojos de ira -y de sueño- y nos disponemos a convivir con el indeseable Dolor de Muelas.
Lo fastidioso es que toda la gente de tu alrededor percibe lo que te pasa y no deja de proponerte remedios y soluciones, a veces un tanto absurdas. Absurdas sí, pero que fijo que terminas probando... no mientas! Así que, si te sube mucho la automedicación al coco, terminas con la muela dándose golpes contra la pared, a modo destrucción total, o atándole un hilo y pidiéndole a alguien que tire para arrancarte la culpable de tus desgracias.
Hasta que te topas con alguien inteligente -aunque parezca mentira, siempre hay alguien inteligente por ahí- que te suelta la frase mágica: VETE AL DENTISTA. Y mientras escuchas la frase mágica notas como se te vuelve a erizar la piel y tampoco es de gustirrinín. Se te eriza la piel de terror!!! Tan grave es para que tenga que recurrir al dentista??
Porque si hay alguien a quien le tenemos tanto pánico como al Dolor de Muelas es al Dentista. Y no es para menos!! Un señor o una señora, con bata blanca, con una mascarilla al estilo M.J., con un aparatejo raro que hace ruido no puede inspirar una sensación de tranquilidad; sobre todo cuando te hace tumbarte en la camilla y te enfoca con esa luz potente, a modo de interrogatorio policiaco. Que a lo mejor, pienso yo, es gracias a esa luz potente con la que derrota al Dolor de Muelas... que se va sin despedirse, pero dejándote el recuerdo de la -feliz, en ocasiones- anestesia.
Aún bajo sus efectos -y debe ser por eso- le prometemos al dentista que nunca más haremos que un simple dolor de muelas se convierta en una infección del copón, que vendremos habitualmente a revisión y mil promesas más que incumpliremos nuevamente tras cruzar la puerta de salida.
Pedro ha ido al dentista y creo que aún está bajo los efectos de la anestesia porque jura y perjura que no le va a volver a pasar lo mismo. ;)

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