
Esta mañana, cuando cogí la regadera y me dispuse a regar mi autoestima, me llevé una gran nefasta sorpresa: mi autoestima estaba marchita!!!
Tardé unos minutos en reaccionar porque no esperaba encontrármela marchita... Cierto es que la había abandonado a su suerte desde hacía bastante tiempo, pero pensaba que era fuerte, perenne, que a penas necesitaba cuidados...
La había descuidado demasiado aún a sabiendas de que había estado en cuidados intensivos en varias ocasiones... Tonta de mí que pensé que ya recuperada totalmente, mi autoestima sería indestructible!!!
Intenté echar cuentas mentalmente de todo el tiempo que había estado sin preocuparme por mi autoestima y me sentí terriblemente culpable...
Palpé la tierra... Estaba tan árida que por mucho que la regase no alcanzaría una calidad óptima. Estaba árida y pisoteada... muy, muy pisoteada!! Y la autoestima marchita...
No me quedó más remedio que coger una nueva maceta, llena de buena tierra y plantar en ella las semillas de mi autoestima...
Las regué con ansia y les prometí, les juré a esas semillitas que las cuidaría, las abonaría, las mimaría para que mi autoestima naciese y creciese con fuerza. Me prometí a mi misma, me juré que nunca más volvería a descuidarla porque no sería bueno volver a verla marchita...
Así que llevaré conmigo siempre una regadera para regar mi autoestima, abono para que crezca sana y fuerte y estaré atenta para que nadie la pisotee... porque con una autoestima marchita no se va a ningún lado.
Tardé unos minutos en reaccionar porque no esperaba encontrármela marchita... Cierto es que la había abandonado a su suerte desde hacía bastante tiempo, pero pensaba que era fuerte, perenne, que a penas necesitaba cuidados...
La había descuidado demasiado aún a sabiendas de que había estado en cuidados intensivos en varias ocasiones... Tonta de mí que pensé que ya recuperada totalmente, mi autoestima sería indestructible!!!
Intenté echar cuentas mentalmente de todo el tiempo que había estado sin preocuparme por mi autoestima y me sentí terriblemente culpable...
Palpé la tierra... Estaba tan árida que por mucho que la regase no alcanzaría una calidad óptima. Estaba árida y pisoteada... muy, muy pisoteada!! Y la autoestima marchita...
No me quedó más remedio que coger una nueva maceta, llena de buena tierra y plantar en ella las semillas de mi autoestima...
Las regué con ansia y les prometí, les juré a esas semillitas que las cuidaría, las abonaría, las mimaría para que mi autoestima naciese y creciese con fuerza. Me prometí a mi misma, me juré que nunca más volvería a descuidarla porque no sería bueno volver a verla marchita...
Así que llevaré conmigo siempre una regadera para regar mi autoestima, abono para que crezca sana y fuerte y estaré atenta para que nadie la pisotee... porque con una autoestima marchita no se va a ningún lado.
